EI Valencia salió del descenso gracias a un gol de Maxi Gómez, pero no del abismo. Los de Gracia suman ya nueve jornadas sin ganar y la continuidad del entrenador hay que ponerla en cuarentena. A ver cómo se despierta hoy Peter Lim, que es la mano que mece la cuna. El Valencia no da síntomas de mejoría, un equipo que fue superado por un Cádiz que tiene menos nombres pero más mimbres. Si alguien se fue molesto por el empate ese sería Álvaro Cervera, cuyo planteamiento fue idóneo.
Gracia, huérfano de nuevo de Racic, se decantó esta vez por Wass como escudero de Carlos Soler. Tres partidos sin el serbio, tres pivotes diferentes. La presencia del danés llevaba implícito el planteamiento de Gracia, que intuía, como así fue, que Cervera le ofrecería campo y balón y Wass le daría amplitud y circulación. Ahí se topó el danés con Fali, un central reconvertido a pivote por las circunstancias pero cuyo rendimiento ha hecho que el Cádiz de prioridad a otras posiciones a la hora de reforzarse en este mercado invernal.
El partido comenzó con doble susto para Jaume. Negredo no llegó por bien poco a un balón y poco después Álex lo mandó a las nubes. El partido tenía ritmo y rigor táctico. Aún sin goles el primer tiempo fue ameno. El Cádiz sabía lo que debía hacer, que era no cometer errores y esperar a ver si Lozano o Negredo cazaban alguna suelta, mientras que el Valencia le ponía voluntad para redimirse de sus pecados e intensidad tras pérdida. Los che ganan en la salida del balón con la presencia de Guillamón y su fuerte estaba en las idas y venidas de Gayà. La mejor ocasión hasta el descanso fue un cabezazo de Maxi, que obligó a lucirse a Ledesma.
Álvaro Cervera quiso atar en corto las intromisiones de Gayà y de ahí la entrada tras el descanso de Akapo por Jairo, reubicando a Iza a la medular. El empate quizás casaba más con las aspiraciones del Cádiz que con la coyuntura del Valencia y a la vuelta de vestuarios el reloj comenzó a jugar su papel. La presión la tenían los blanquinegros y la calma fue la virtud de los gaditanos, que fueron creciéndose y buscándole las cosquillas al último jugador en el que Lim invirtió dinero, en concreto 12 kilos: Correia. Espino rompió al portugués y su centro lo remató de espaldas y forma acrobática el Choco Lozano, un jugador que llegó a España precisamente por el Valencia. El Cádiz tenía el duelo donde soñaba; las caras de los che eran un espejo. Desquicio, desolación y temor.
Gracia fue soltando delanteros, Blanco, Vallejo y Sobrino. El Valencia espabilaba o reventaba. El Cádiz seguía infranqueable en defensa y con criterio en ataque. Lozano ronroneó la sentencia. El palo esta vez se tiño de blanquinegro. Y cuando la desesperación empezaba a hacer mella en los de Gracia, apareció Maxi Gómez para rematar un preciso centro de Gayà. De ahí hasta el final el partido fue un correcalles, un quiero y no puedo mutuo; del Valencia porque no sabía cómo meterle mano al muro amarillo, del Cádiz porque Malbasic y Álvaro no son Negredo ni Lozano. El Valencia se perpetúa en el abismo y veremos qué pasa con Gracia.